CAP. 82

Los celos me estaban consumiendo, sentí arder la cabeza, pero pensé que tal vez le estaba dando demasiada importancia y que solo se trataba de una amiga de la infancia y que platicaban amenamente poniéndose al corriente, me retire un momento para echarme agua fresca al rostro y reunirme con ellos en el jardín.

Cuando salí note a mis amigos que escondían su mirada de la mía.
Mi corazón dio un vuelco pero una mano me jaló hacia una de las recamaras.

-Mario ¿Qué sucede?
Pestañeaba.

-Liz, lo que sucede, mira debes estar tranquila, porque-. se quedaba callado.

-Basta, ¿Qué sucedió?-. crucé los brazos en señal de enfado y arquee las cejas-.
–Ahora Mario, ¿Qué es?

-Michael se acaba de marchar con Zulema.

-¿Qué? ¿Solos? ¿A dónde?-. Gire los ojos confundida.

-No lo sabemos, solo los vimos marcharse con el chofer de ella, en su limousina.
Di unos pasos atrás, creí haberme mareado.

-Liz, debe haber una explicación, mira estamos a punto de salir con Bill y Nayma en una de las camionetas a pasear, ven con nosotros.

No podía parar de pensar, ¿Michael me desecho así como así?

Sabía que no era culpa de Mario, pero no pude evitar echarle una mirada helada.

-¡No! Quiero estar sola, ¡largo todos!

-¡Elizabeth!

-¡Váyanse y déjenme sola!
Me encerré en el cuarto y espere hasta que se hubieran marchado.

Tiendo a ser tranquila, paciente, pero esta vez me rebasaba el sentimiento, ardía de rabia y cada segundo que transcurría, el corazón golpeaba más fuerte.

Camine por toda la casa sin rumbo, nada me tranquilizaba, llegué a la biblioteca y encontré un estante lleno de licores, nunca tomo pero hice mezclas de whisky, ron, cerveza, vinos, me sentía muy mal, ¿era tan difícil decirme que no me quería? ¿Qué acaso resultó ser igual que los demás hombres?

De la ira estrelle una botella contra la pared y una herida profusa se marco en mi mano, sangraba pero no lo notaba.

Ya era de noche y corrí a la habitación a hacer la maleta, me iría en este instante en la otra camioneta a Los Ángeles o a la India o a donde sea.

Nadie puede jugar así conmigo, era doloroso sentirse impotente.

Escuche un carro aparcar fuera, me asome por la ventana y mire que Michael llegaba con Zulema y el chofer de ella, la vi abrazarlo alegre, miraron hacia arriba y alcanzaron a verme, corrí la cortina, dirigiéndome a terminar de hacer la maleta, escuche unos pasos subir las escaleras, sabía de quien eran.

Todo me daba vueltas, creo que había tomado demasiado.
Me dirigí a la puerta a cerrarla, pero una mano la detuvo.

-Elizabeth, debemos hablar-. Sonaba tan serio.
Como no pude cerrar la puerta camine por el pasillo y Michael me seguía.

-¡Aléjate, las acciones dicen más que las palabras, y ya me demostraste demasiado, no me voy a quedar a sentirme desecha y avergonzada, ¿Qué lugar me das?!-. No me daba cuenta lo fuerte que gritaba, pero estaba fúrica.

Me tomó por los hombros y me volteo hacia él.
Agarró mi mano que aún tenía la herida a flor de piel.

-¿Qué te sucedió?, debemos limpiarla y ponerte una venda, la besó y con la otra mano acarició mi mejilla.

-¿Qué te sucede? ¿Tomaste alcohol? Linda eso no está bien.
Quité su mano.

-¿Y lo que tú haces si?-.
Me aparté y trate de correr hacia el cuarto para sacar la maleta.

El fue más rápido y me cerró el paso.

-Quiero decirte algo-. Respiró hondo-. -Lo que sucede es que Zulema y yo..

-Zulema y tú ¿qué?, miraba su rostro iluminado por la luz de la luna, tan mágico, esa piel suave, sus ojos brillantes, quería que nunca hubiera pasado esto y echarme en sus brazos, pero no era posible y él aún no respondía.

Mordió su labio, acariciando mi mentón.

Se acercó lentamente, estrechando el espacio entre nosotros, hacía estremecerme cada vez que se acercaba de este modo.

Casi podía sentir sus labios sobre los míos, con ese sabor dulce y fresco, capaz de debilitarme y derretirme, por un momento me deje hechizar como siempre sucedía estando tan cerca de su aliento, de pronto sentí que alguien nos observaba, gire la cabeza y a unos cuantos metros estaba Zulema.

-¡Michael, no le digas!-. Enfatizó ella, llevándose los puños al pecho.

La mire a ella y después a él tratando de entender, fruncí los labios y lo único que hice fue empujarlo con mis manos lejos de mí, ahora no solo estaba enfadada, sino muy deprimida, lágrimas corrían por mis mejillas.

Corrí al cuarto y cerré la puerta con seguro, me eché al piso a llorar recargada en la puerta.

Michael tocaba con insistencia.

-¡Déjame sola!, y esta vez no vayas a buscarme o ir tras de mí.

-Déjala-. Escuche a Zulema susurrarle.

-No puedo, debo ser sincero, debe saber-. Respondía Michael-. –¡Elizabeth, ábreme por favor!

-Prometiste no decir nada aún-. Seguía escuchándola a ella, su conversación se hacía más lejana, no alcanzaba a escuchar de que hablaban, sus voces eran ininteligibles, pensaba en irme temprano si es que pudiera controlar la jaqueca y la cruda que me iba a dar por la mañana, ojala Lety o Rosie quisieran acompañarme, no quería estar sola en este trance.

Me levante a lavar la herida y le puse un paño seco cubriéndola.

Daba tumbos hacia la cama, el dolor de la cabeza era espantoso pero menos que el del corazón, me deje caer sobre el colchón, durmiendo profundamente o eso trataba de hacer.


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Agradezco a las personas que dejan sus comentarios, no dejen de hacerlo, pido disculpas por la tardanza pero se me han complicado un poco las cosas estos días,y no han sido muy buenos para mí.
Les deseo un estupendo día.
Suerte en todo!