La fragilidad de mis
sentimientos en esos días llegaban hasta cierto punto que como el más fino cristal
se resquebrajaban, esta situación pasaba mis límites, empuñe la mano y la
coloque sobre la ventana ¿porqué no nos dejan en paz? Pensaba impotente.
-No te preocupes por ella. Me ponía una mano en el hombro, no lo había escuchado acercarse. –Ella ya sabe lo que
pienso, yo si quiero hijos pero los quiero contigo.
-Pero Michael. Hice una mueca de acongojamiento, no podía darle hijos propios, era estéril, lo sabíamos.
-Shhh tranquila, no te
preocupes. Me rodeo con sus brazos, me estrecho a su cuerpo y me mecía lentamente. Tenía que confiar, había opciones para poder tener un hijo, asi que me deje llevar en su lento baile.
Debbie de pronto desaparecia de mi mente, de mi paranoía, ella podría seguirnos pero no nos molestaría, no la dejariamos tampoco, así como nos hemos defendido de cuantas personas nos han querido separar.
Me acarició la frente, me miró, y sabía que era momento de pasar un día agradable.
Se acomodó el
bigote falso, su gorra, hizo relucir su brillante sonrisa y salimos de la
habitación, confiados e ilusionados a las calles de París.
La vista se emborracha de amor y pasión con cada toque que la mirada apuntara hacia cualquier parte de las calles parisinas, ¿Cuántas historias de amor habrá ocurrido en sus banquetas? ¿En cada edificio? ¿A cada pareja que veíamos caminar?
Un par de guardaespaldas junto con Bill nos seguían
a la distancia, se encontraban tan apartados, Michael los quería lejos esta vez, no quería sentirlos.
Entramos al museo de
Louvre.
Él sabe tanto de arte, hablaba acerca de cada
cuadro que estaba frente a nosotros, alzaba y movía las manos para dar mejor realce a
lo que platicaba con emoción, sus
palabras resplandecían, sabihondo de tanto conocimiento, que era más excitante verlo y
escucharlo a él que observar los mismos cuadros del museo.
Estuvimos un par de horas, tranquilos, cómodos. Dando paseos por los pasillos del enorme museo, envolviéndonos de arte.
Salimos de ahí satisfechos, queriendo ver más de París, pero antes, fuimos a comer a un fino
restaurant, pedimos vino, para acompañar nuestras comida y reíamos hasta el cansancio, Michael era el mejor cuenta chistes que hubiera conocido.
Pláticabamos y rozábamos nuestros pies por debajo de la mesa.
Michael suspiró, me di cuenta que la hora de decirme algo importante había llegado.
-Elizabeth, mi disquera desea que haga una gira, será dentró de un par de meses , no quisiera hacer más giras pero lo haré, contigo a mi lado será más sencillo, esta noche nos casaremos, pero espero que entre el periódico y la fundación donde trabajas te lo permitan.
-Michael, sabes que estaré
contigo a cada momento que me necesites, iré contigo y regresaré a los Ángeles cada vez que sea necesario, sabes que no te voy a fallar.
Sonrió conforme.
Estuvimos un rato mas y el tiempo apremiaba, era momento de irnos.
Salimos apresuradamente y un señor tropezó fuertemente sobre Michael accidentalmente, su bigote que
al parecer estaba mal puesto salió volando y su gorra también.
-¡Es Michael Jackson! Gritó
un niño apuntando su dedito hacia él.
Caminamos en sentido contrario,pero era tarde, más
personas se habían dado cuenta de su presencia.
Volteé pero no vi a Bill cerca, ni a ninguno de los guardaespaldas.
Estabamos cercados por personas.
Lo sentí
asustado, los guardaespaldas no estaban cerca y él no tenía control de la situación, no había lugar para donde moverse.
Un tumulto de personas se abalanzaron hacia nosotros.
-¡Michael!, grite con todas mis fuerzas.
La marea de
gente no me dejaba verlo, sus gafas habían caído.
-¡Bill! ¡Bill!. Levantaba la voz angustiada, buscándolo.
Y fué cuando alcance a ver a Michael desvanecerse.
Bill se dejo venir como un
enorme toro para abrirse paso entre la gente.
-¡Michael! . Seguía gritando
pero ya no lo podía ver nuevamente.
Bill se metió entre la muchedumbre y otro guardaespaldas más, me sentí aplastada, el otro guardaespaldas me tomaba por la
cintura y me sacaba de ahí.
-¡Dejame estar con él!. Los sonidos a mi alrededor bajaron de intensidad, estaba mareada y pronto me introdujo a un carro que esperaba por mí.
-Dejame salir por favor. Le suplique.
-No se preocupe señorita, a él ya lo sacaron de ahí, pronto se reuniran de nuevo.
Estaba muy preocupada, me comía las uñas de la intensa ansiedad que llenaba mis sentidos.
Me llevaron al hotel pero en otro cuarto distinto.
Sentí que esperé horas.
¿Cómo estará Michael? rondaba esa pregunta por mi cabeza una y otra ve.
-Listo. Me decía Bill al momento de abrir la puerta. -Un doctor acaba de revisarlo y esta bien, solo algunos moretones y rasguños pero nada de gravedad.
Abracé a Bill y salí como un relámpago hacia la suite donde nos hospedábamos.
Entre a la recamára y lo vi sentado en la orilla de la cama, cubierto con una bata blanca.
Cabizbajo.
-Michael, estaba muy preocupada por ti, ¿Estás bien?
-Sí, no te preocupes, a
veces eso pasa, Bill llegó y logró sacarme de ahí, todo está bien Linda. Hablaba susurrante, con el ánimo caído, aunque trataba de sonreir.
-Déjame pedir servicio a la
habitación. Hizo el intento por pararse pero lo impedí.
-No, espera, mirame Michael.
Volteó y tenía esa mirada destrozada, los ojos caídos, me dolía verlo así.
Él quería parecer tranquilo pero no lo
estaba.
Acaricié su rotro y articule unas palabras, lo comprendía y quería decirle que su dolor no estaba lejos de mi conocimiento.
- Has llevado una
vida llena de presiones, se la cantidad de veces que no has podido salir debido
a estas situaciones y sé también que has pasado por situaciones iguales, no se dan cuenta que
solo eres solo un ser humano, no puedes dar más de lo que puedes hacer, pero
muchas veces te hacen ir más allá de tus límites, toda esa gente que trabaja
para ti solo te piden cosas por hacer,
todos quieren algo de ti y no es justo.
Michael suspiro, se
restregó los ojos, y se dejó caer en mi hombro, agotado.
Me tocaba reconfortarlo, no podía seguir haciéndose fuerte todo el tiempo, era
momento de descargarse, de desahogarse, tenia un peso muy pesado sobre sus hombros y estaba dispuesta a ayudarle con esa carga.
Lo acerqué a mi
cuerpo, en un fuerte abrazo, quería darle paz y quietud, lo sentí tan frágil, lo sostenía entre mis brazos delicadamente y firme a la vez.
Quería envolverlo en la tranquilidad que deseaba darle.
Acariciaba su espalda, su cabello, sus brazos, depositaba pequeños besos donde tenía sus heridas y moretones.
Para mi,
Michael solo era él, un hombre bueno, divertido, con mucho amor para dar y mal
entendido muchas veces, yo conocía lo que habia en su corazón, era sincero, confiado, inocente, un ángel.
-Te amo linda. Arqueaba las
cejas agradecido.
- Y yo a ti.
Nos dimos un beso y trate de pararme para hacer esa llamada de servicio a la habitación.
Ahora Michael me lo impedía.
Su
cercanía, su aliento tibio sobre mi rostro me hacían temblar, veía fuego en sus
ojos y fue entonces cuando se quitó la bata.
2 COMENTARIOS:
Soy el primer comentario, mi madre estará orgullosa XD que capítulo, QUE CAPÍTULO !!
Mmmm el próximo capítulo promete!!!
A los tiempos algo de fuego entre esta parejita.
Por mí que se vea más seguido ese amor y pasión que los desborda!!! :D
Muchas gracias Liz y felicidades, la novela está divina!!!
Anita.
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