“Aquel día decidí cambiar muchas cosas
Aquel día comprendí que los sueños
Son solamente para hacerse realidad,
Desde aquel día ya no duermo para descansar
Ahora solamente duermo para soñar”

Walt Disney


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CAP. 30

sábado, 19 de junio de 2010


Al llegar al lobby, me detuve para secarme las lágrimas del rostro, empezaba a sentirme molesta, salí del hotel sin rumbo.

Deambulaba por las calles solo quería caminar, a cada minuto que pasaba mi molestia se iba convirtiendo en enojo, mi corazón golpeaba con furia. Llegué frente a un casino.

- bueno, estoy aquí, porque no divertirme un poco.

Entre y contemplaba gente riendo y divirtiéndose, me senté en el primer lugar que vi disponible, el juego era blackjack. Aunque físicamente me encontraba ahí en realidad estaba ausente. Solo veía un punto fijo en la mesa de juegos. Aventaron la primera mano de cartas.

-Otra carta por favor –contestaba casi por inercia

-Otra carta por favor. Repetía la oración.

Le hice el ademán con la mano de que ya no quería más. Recargaba mi cabeza en el respaldo de la silla.
-Señorita, acaba usted de ganar. Decía el repartidor.

-¿Perdón? , como si me despertara de un trance.

-Que acaba usted de ganar.

Eso en lugar de darme felicidad, me hizo aterrizar en el presente, sentía de nuevo mi agonía ¿Qué acababa de ganar? No había ganado nada hoy, así no iba a olvidar lo que había ocurrido.

El corazón no iba a dejar de dolerme. Quería gritar y aventar las cartas, me dieron ganas de llorar de impotencia. Voltee a ver a todos en la mesa, me levante de golpe y salí del lugar ante el asombro de los jugadores.

Corrí hasta llegar a un parque que estaba a unas cuadras, me senté en una banca alce las piernas para abrazarlas con mis brazos mientras recostaba mi cara en las rodillas, sin percatarlo un señor que pedía limosna se sentó a mi lado.

-¿Por qué tanta tristeza niña?, algo grave te paso, seguro.
Voltee mi cabeza para verlo.

-Si, tal vez. Le dije,en realidad no me importaba tener una charla, tal vez necesitaba una, pensaba.
El limosnero sacó un cigarrilo de su bolsillo y lo prendió.

– ¿Quieres uno?

-No gracias, no fumo.

-Mira, aprende a convertir toda situación difícil en una arma para luchar, recuerda que dentro de ti hay una fuerza que todo puede hacerlo; reconociéndote a ti misma más libre y más fuerte, dejarás de ser un títere de las circunstancias, porque tú misma eres tu destino.

Aquel mendigo me dio una palmada en el hombro y se marchó.

Sus palabras me hacían reflexionar estaba tratando de darle un sentido a todo, lo único que podía pensar era que si Michael se encontraba feliz con Joanna entonces no hay más que pueda hacer. Medite un poco más antes de irme. ¿qué iba a hacer? pues a seguir adelante con mi vida. Me fui directo al aeropuerto a esperar el siguiente vuelo a Los Ángeles, tomé el avión de la medianoche, iba casi solo, viendo por la ventanilla pensaba que ojala las cosas no hubieran pasado así, pero claro como podría alguien como él fijarse realmente en alguien como yo tan simple y tan sencilla, estaba con la autoestima baja y no podía evitar pensar de otro modo.

Llegaba a mi edificio cerca de las dos de la mañana, arrastraba los pies por las escaleras, llevaba los zapatos en la mano tratando de hacer menos ruido. Llegando no quería tirarme en la cama a llorar, no iba a darle más cuerda a la depresión, aunque me sentía un poco más tranquila.

Cuando llegue a mi piso, comencé a caminar hacia mi departamento que era el último del pasillo,buscaba las llaves en mi bolsa con la poca luz de la luna que entraba por el tragaluz.

Al voltear hacia mi inmueble note algo, había un bulto, no distinguía bien.

Acercándome a cada paso, mi asombro iba en aumento y me paré, estaba boquiabierta y los latidos de mi pecho pulsaban más fuertes cada vez. Mire hacia abajo y alguien se hallaba sentado, recargado en mi puerta con los brazos cruzados, las piernas estiradas y cruzadas por los tobillos, tenía la cabeza caída, su cara la tapaba un sombrero negro.

Lo reconocí al instante, era Michael al pie de mi departamento, en la penumbra y dormía.

Estaba atónita, era lo menos que me esperaba, ¿cuánto tiempo tendría aquí? ¿qué habrá pasado?. Iba a tener que explicar muchas cosas para cuando despertara. Me senté quedando frente a él, lo contemple un momento, viendo como su pecho subía y bajaba al respirar. Sonreí y le toque sus rizos dócilmente. Verlo ahí entendí muchas cosas.

-Michael, despierta. Le susurraba al oído de un modo tranquilo para no alarmarlo, mientras acariciaba su brazo suavemente.

Levantó despacio la cabeza mientras se quitaba el sombrero y sonreía. Adoraba su sonrisa.

-Elizabeth, llegaste. Estaba preocupado, no sabía dónde estabas, toque, nadie abrió y

Lo tomé por la nuca, no lo deje terminar de hablar, lo besaba de un modo delirante, como nunca, acariciaba su cabello, su cuello, sus brazos, tanto sentimiento contenido de haberle sabido perdido se concentraba en ese momento, Michael me correspondía del mismo modo, la energía de la emoción era de tal magnitud que una lágrima brotó y rozo mi mejilla.

-¿Lloras linda? me la secó con un beso.

-Sí, pero es de alegría, ven entremos al departamento.

En cuanto cerré la puerta, deje la bolsa y los zapatos, al momento Michael me abrazó intensamente. Estuvimos así mucho tiempo, con la sensación de no querer perdernos nunca. Mi cabeza reposaba en su hombro viendo a su pecho, abrazándolo por su cintura y él con una mano me tomaba firmemente por la espalda y la otra, la posaba dulcemente en mi cabeza. Lo escuché suspirar algunas veces.

Nos separamos y lo vi con algunas lágrimas.

-¿Qué sucede? –le dije en un tono triste.

-Ven, me dijo tomándome de la mano. –Vamos a sentarnos esto no está bien y deseo explicarte, pensé en el dolor que has de haber pasado y eso me entristeció. Me dijo

Nos sentamos en el sillón y procedió a platicar lo sucedido

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