CAP. 62

Enero llegaba y con ello el comienzo de un año nuevo.
1993

Michael terminaba la primera etapa de su gira Dangerous la cual continuaría en Agosto.

Era una faena difícil tratar de traspasar la enorme vigilancia que rodeaba a Michael, y sumarle además que estoy siendo vigilada todo el tiempo es casi más que imposible mi objetivo.
Frustración total.

Una tarde en el trabajo, hablaba con mi amigo, aún renuente en darme por vencida.

-Mario, tienes contactos ayúdame a ubicarlo-. Le hable francamente con los ojos cansados de todo este estrés que me ocasionaba la injusticia que vivía.
Se reía a carcajada suelta.
Le disparé tiros con la mirada.

-No le veo la gracia.
-Pero Elizabeth ¿no lo sabes? Deberías quitarle el castigo a tu televisión y mirar las noticias.

-¿De qué hablas?

-Del superbowl, Michael animará el medio tiempo el 31 de Enero-. Agitó mis hombros.

-¿¡QUÉ!?-. Miré a Mario con el asombro a flor de piel y entusiasta.

Con esa noticia empezaría a planear, armar estrategias y sobre todo ¿de qué me iba a disfrazar esta vez?
Disfrazarme empezaba a hacerse un poco habitual y divertido debo decir, aunque peligroso exponerme.
Pero por Michael haría lo que fuera por acercarme.

¿Lo amaba?-. Demasiado.
¿Y él aún sentía algo por mi?-. Con esta pregunta siempre terminaba en un mar de resoplos con interrogantes en el aire.

El día se acercó a marchas aceleradas, esta vez el disfraz era un traje color café con corbata, bigote, patillas cortas, sombrero y de andar “muy masculino”, tal como me había enseñado Mario, gracioso todo esto debo admitir. Más que un hombre parecía un joven sobre su adolescencia por mi delgadez y mi rostro limpio de piel delgada, fingir la voz gruesa siempre era terminar en risa.

-¿Boletos?-. Preguntaban en la entrada del estadio cuando llegué impaciente ese día.

Entre miles de personas caminaba, tropezando en esos zapatos de charol incómodos.
Una extraña mujer me perseguía, por lo que sentí un nerviosismo hasta el cuello.
En un descuido gire entre la gente para posicionarme detrás de ella, ¿ella usaba peluca?, si, más extraño aún.

Esa señora caminaba zigzagueante en esos tacones, como si nunca los hubiera usado.
Mirarla más de cerca era totalmente increíble, no lo podía creer.

-¿Mario?-. Le susurre al oído-. -¿Qué diantres se supone que haces?-. Crucé los brazos, boquiabierta, golpeando un talón sobre el pavimento.

-Tú te disfrazas y aún no sé porque lo haces, tal vez alguien te sigue o que se yo, pero si estas en problemas quiero que te des cuenta que te voy a apoyar-. Meneaba su dedo índice frente a mi rostro.
Me sacó una sonrisa.

-Está bien, pero solo si me dejas tomarte una foto y mostrársela a los chicos del periódico, especialmente a tu novia-. Tenía un humor exacerbante ese día, sentir que iba a ver a Michael me ponía hilarante, dando brincos por ahí como si fuera una ligera gacela.

Y Si me preguntan ¿qué equipos de fútbol americano se enfrentaron ese día?, la verdad no tengo ni la más remota idea.
¿A quién le importaba eso?
¡Michael Jackson se iba a presentar!

Un grupo de niños con suéteres verdes, rojos y amarillos los vi congregarse en la parte de abajo.
Si, de seguro estos niños de algún modo estarían cerca de él.
Me abalancé a las gradas de abajo con la mirada atónita de Mario.

-¡Niña ven!-. le grite a una jovencita de suéter verde-. –Entrégale esta carta a Michael por favor. Hizo un gesto amable y la tomó perdiéndose entre los demás niños.

Y entre un eufórico público, por fin hizo su acto de aparición, quedé inmóvil, con el corazón apretujándome terriblemente el pecho.
Era él.
Jam, billie Jean, black or White y por ultimo heal the world se hicieron escuchar con un asombroso final.
Qué impresionante verlo actuar.

-¡Elizabeth!-. Mi pobre amigo con sus tacones descontrolados rodaba por los escalones hacia abajo.
Completamente sobre el suelo.

-¿Ya le dieron la carta?-. Mascullaba adolorido.
-Sí, se la entregó cuando terminó la última estrofa, podemos irnos-. Más tardé en decir eso cuando un hombre de Sal merodeaba por el césped en medio del gentío-.

Ahora debía esperar
Los días pasaron sin tener noticias aún.
El especial de Oprah meramente anunciado por días se dejo ver en las pantallas de millones de televisiones, no resistí la tentación de verlo, escuchar su voz, ver sus movimientos, su sonrisa, la dulzura que traspasaba por el televisor, mire cada detalle, verlo sonrojar con determinadas preguntas.
Que ternura de hombre.
Reía y me entristecía junto con él, en cada relato que afectaba positiva y negativamente su vida.
Nombraba la fundación donde hago voluntariado cuando bajaba de ese carrito de golf con Oprah.
Extrañaba Neverland, pero más lo extrañaba a él.

Todo parecía mejorar, aunque esperaba alguna noticia.
Y esa noticia me llegaría al día siguiente, cuando llegaba al periódico.