CAP. 46

Caminando por el asfalto Rosie me seguía, le había pedido que me acompañara, llevaba en mi mano el papel firmado por J.T. era Joanna Thomae, esa chica no desistía y yo le pondría un alto.

Llegando al inmueble buscaba quien nos atendiera, me perdía mirando como jaloneaban a alcohólicos, ladrones…

-Señorita ¿en qué le puedo ayudar?-. un policía gordo, de mirada cansada y mascando un chicle impetuosamente me hablaba detrás de un escritorio.

-Vengo a poner una denuncia en contra de Joanna Thomae, quien me manda amenazas, esta me llego hoy amarrada a un ladrillo que atravesó mi ventana.

-Deje ver..mmm.. solo dice J.T. ¿segura que se trata de quien dice, tiene pruebas?

-No señor, pero yo lo sé, necesito que inicien una investigación-. Coloque mis nudillos sobre su escritorio, mirándolo fijamente.

-Y esta Joanna, ¿a qué cree que se deba tal amenaza? ¿le ha hecho daño físicamente?
Rosie se adelantó

-Aún no le hace daño pero no esperara a que lo haga, ¿o sí?, esa chica quiere la atención de Michael Jackson, él es novio de mi amiga.

Voltee a darle un pequeño codazo y puse la mano sobre la frente, con mi mirada inquieta, sabía a dónde conduciría tal afirmación de Rosie.

-Hey Bryan! Deberías escuchar esto, aquí tenemos a la novia de Michael Jackson en persona, jajaja.

-Mire señor, deseo su ayuda, averigüen el origen de esta nota-. Fruncí el entrecejo clamando que se regresara al punto de mi visita.

-Está bien señorita, le daremos seguimiento, solo llene estas formas-. Regresó a su pasiva y ociosa formalidad.

Esto era exasperante pero confiaba en que se lograra algo.

-Perdóname Elizabeth, fui muy imprudente.
Exclamaba sintiéndose apenada al salir del edificio.

-No lo hiciste a propósito-. Le di un pequeño abrazo para calmar su tristeza.-Voy a escribir una columna hablando de cómo ciertas personas quieren colgarse de la fama de otros para buscar más atención y se la dedicare a J.T.

-No amiga, no lo hagas puede haber represalias.-

-No tengo miedo, solo escribiré la verdad.- lo afirme segura.

La encamine a su casa, yo no quería dormir aún, me dirigí al parque más cercano, sentada en un columpio me mecía suavemente, el viento soplaba con mesura haciendo levantar algunas hojas del suelo en pequeños remolinos, a lo lejos se escuchaba human nature. Cerré los ojos para pensar que estaba aquí conmigo, soñando despierta, pensando en su sonrisa, sus ojos, el largo de sus cejas, todo detalle lo tenía grabado en mi mente, añoraba su voz, su risa, su aliento, su dulzura, todo él entero, sonreía queriendo que el tiempo pasara más rápido para estar con él. Suspire abriendo los ojos, pensé en esas llamadas misteriosas, esa persona parecía protegerme pero no sabía quién era.

Me levanté dirigiéndome a mi casa.

Michael trataba de hablarme casi todas las noches, los últimos días antes de viajar fue imposible hablar con él, se encontraba demasiado ocupado, por otro lado la policía no había dado con nada aún sobre las notas, y acerca de las llamadas misteriosas extrañamente dejaron de hacerse durante ese tiempo, el carro negro no estaba, todo parecía tranquilo, pero no podía bajar la guardia. El tiempo pasaba rápido, ocupada todo el tiempo podía notar como los días se sucedían uno tras otro agolpando hojas del calendario en la basura.
Por fin el gran día había llegado, estaba sentada en primera clase, qué modo de volar, tenía que agradecerle a Michael con creces toda esta apabullante atención.

Aterrizaba en el aeropuerto de Munich, Flughafen München Franz Josef Strauß, con tiempo de sobra antes de dirigirme al estadio olímpico para mirar en alguna tienda, en mi maleta llevaba un regalo especial para él.

Entraba a un edificio elegante, tenían de todo vestidos, obras de arte, libros, quería ver algunas pinturas. Me dirigí al piso de arriba tal vez pudiera encontrar algo más para llevarle. Después de mirar un poco llegaba la hora de irme, el lugar estaba casi vacío, ya lo iban a cerrar, me introduje al elevador para dirigirme al piso de abajo.

Pero entre el piso 5 y 4 el elevador se atoró. Quise apretar el botón de emergencia pero no servía.

-¿Te quedaste atorada Elizabeth?-.
Esa voz.

-Joanna, ¿eres tú? ¡Déjame salir!-. Vociferaba golpeando la puerta del ascensor.

-No me gustó nada la nota que escribiste en tu columna, creo que aquí te vas a quedar, Michael estará tan decepcionado que solo podré consolarlo yo, adiós-. Era tan cínica.

-¡Joanna, Joanna!-. Ya sólo escuchaba el eco de mi voz, golpeaba la puerta, era inútil, estaba atrapada.