CAP. 47

La desesperación me invadía, quería estar con él, se lo había prometido. Golpeaba furiosamente la puerta metálica, no me percataba que mis manos ya estaban rojas, hinchadas.

Mi voz se convirtió en un grito ahogado perdiéndose en tonos enronquecidos.

-¡Por favor, abran!-.

Nada, no había ninguna respuesta.
Me deslizaba completamente hacia el piso, ponía mis manos en la cara empezando a llorar, sintiendo la frialdad del suelo, me deje caer por completo.

Traté de hacer regresiones mentales, hilando mis movimientos y las personas con las que me tope en mi transcurso al aeropuerto y mi llegada a Munich, ¿en qué momento me había seguido Joanna? ¿vendría en el mismo avión y no la vi?

Acostada sobre mi espalda, miraba el techo.. ¡el techo!, ¿claro como no se me había ocurrido?, me incorpore tratando de alcanzarlo, tuve intentos fallidos.

En uno de ellos logre alcanzar mi objetivo, hacía esfuerzos sobrehumanos tratando de levantar la tapa que cubría parte del techo, mi rostro se tornaba fiero, podía hacerlo.

Resbale, de regreso al principio y adolorida.
Sola era imposible salir, no podía.

Mire el reloj que traía en mi muñeca, faltaban cinco minutos para que empezara el concierto.

Arrinconada en una esquina abracé mis piernas, el llanto no podía parar, los lamentos que expedía de mis labios, chocaban de pared a pared, como si de una burla se tratara.
Mi pesadilla empeoró cuando la luz se fue.

Estaba a oscuras, la cara mojada, derrotada. Tendría que esperar a mañana a que abrieran la tienda para poder salir, buscaría a Michael, trataría de explicarle.

-¿Elizabeth?
¿Desvariaba ya que escuchaba voces que me llamaban?, volví a hundir la cabeza entre las piernas.

-Elizabeth, ¿estas ahí?

No estaba soñando, limpie mi rostro, me acerque a la puerta.
-Te voy a sacar, no impacientes más.

Esa voz, era la misma del teléfono, él que me llamaba y no podía saber quien era.
-Por favor, sácame, por favor-. Implore, en lo que aún me quedaba de voz-. -¿Quién eres?, ¿por qué me ayudas?.

-vi a Joanna seguirte y supe que habría problemas decidi seguirla tambien, con respecto a tus preguntas no puedo contestarlas aún, no es tiempo, algún día, ten paciencia

-Está bien pero apúrate-. No iba a obligarlo a que me contestara, solo me interesaba salir, escuche voces afuera y un ruido metálico hizo alarde de su presencia, un halo de luz entraba por en medio de esas puertas que me habían tenido prisionera por bastante tiempo.
La puerta cedió.
Solo vi a un par de hombres.

-¿Dondé esta? ¿Quién de ustedes me saco?

-Se fue señorita, lo sentimos.

No importaba, era ya una carrera contra el tiempo, me quite los zapatos agarrándolos con las manos y corrí hacia el exterior. Sentía el aire en mi cara, detuve un taxi.

-Al estadio olímpico por favor, deprisa…

El concierto ya había empezado, faltaban un par de cuadras y el taxi se detuvo en medio del tráfico. Salí y corrí lo que faltaba.
Logre llegar a la entrada, todos estaban adentro, alcanzaba a escuchar los gritos, la euforia, la música.
Un señor de gabardina oscura me detuvo en la entrada.

-perdón, ¿es usted Elizabeth Porter?

-Si, yo soy, ¿Qué sucede?

-Tengo órdenes de no dejarla entrar.

-¿Cómo? ¿Quién dio esa orden?-. Vociferé abruptamente, alzando las manos.

Sal Bonafede.

Esto no era posible.