CAP. 53

Preguntarle a dónde íbamos no serviría de nada, quería darme la mejor sorpresa, una limousina nos esperaba.

A medida que avanzábamos por el camino, contemplaba distintos paisajes, primero la ciudad llena de historia y de belleza, después un camino sinuoso se abría para dar pie al comienzo de veredas y campos, con mi cabeza apoyada contra el marco de la ventanilla observaba todo al paso, un brazo rodeo mi cintura para acercarme delicadamente a él y abrazarme por completo, acomodándome sobre su pecho. Cerré los ojos transportándome a un tranquilo sueño, acrecentado por el movimiento suave del carro acompasado del palpitar de su corazón.

Unas caricias tenues en mi rostro me hicieron despertar.

-Linda, ya llegamos-. Susurró en mi oído, dejándome afectuosos besos en la mejilla.

Mis ojos no daban crédito ante lo que se mostraba, era el majestuoso Palacio de Nymphenburg, Michael lo había hecho rentar por unas horas.

Aquel suntuoso lugar, estaba rodeada por inmensos jardines, un lago colosal adornaba la entrada de enfrente, un par de mayordomos nos esperaban en la puerta principal y haciendo de guías nos llevaron hacia el interior dando lugar a una enorme sala rodeada por velas encendidas y adornada de docenas de rosas rojas.
Un cuarteto de música clásica daban un toque distintivo y elegante al sitio. En medio del lugar vislumbre una mesa lista para ser servida de comida exquisita.
Fue una tarde muy agradable, comiendo, platicando y bebiendo champagne, rodeados de atentos meseros.
Durante la velada Michael hacia mover su pierna, golpeteando con el tacón de su zapato el piso.
-¿Todo está bien?-. Lo mire sonriendo, estaba nervioso por algo.
Tocaba su barbilla repetidas veces, se sonrojaba, pero preferí darle espacio a lo que estuviera pensando.
-¿Quieres bailar?-.Tomó mi mano, me acercó a él dejándonos llevar por la melodía. Invitarme a bailar no lo pone nervioso, en realidad fue imposible saber en ese instante que lo había inquietado.
El atardecer se dejaba venir rápido cayendo en el firmamento con todas sus excelsas tonalidades, le entregue el regalo que llevaba para él, dentro de una caja envuelta con papel de colores, Michael sacó una bola de cristal con la escenificación de neverland con fantásticos detalles y un pequeño Peter pan que volaba airoso moviendose en compañia de una perfecta imitación de polvo de hadas al ser agitado el globo de vidrio.

-Me encanta Liz, es hermoso-.

El atardecer se cerraba con besos y abrazos que no queríamos que terminaran nunca.
Era inevitable tener que separarnos por un tiempo.
Sin evitarlo el tiempo pasó tan rápido que la noche llegó anunciando el fin de un agradable cumpleaños.

En un abrir y cerrar de ojos estábamos de nuevo en el aeropuerto listos para irnos, me despedí viéndolo marchar hacia la salida de su vuelo para Rotterdam.
Caminé hacia la sala de espera, aguardando el llamado.

-Pasajeros con destino a los Ángeles favor de abordar-.

Me levante sonriente entregando mi boleto, mirando el largo pasillo hacia la entrada del avión, tomé la maleta y comencé el recorrido.

-¡Espera!-. Un grito hizo eco, llegando velozmente a mi encuentro para detenerme.
-Michael, ¿sucede algo malo?-. Estaba contrariada, agarró mis hombros con firmeza.
-Quiero decirte algo, no te lo pude decir en el palacio, me puse nervioso-. Continuaba agitado, sonrió y se mordió el labio.

Respiro profundo.

-¿Te quieres casar conmigo?-. Sacó una cajita de terciopelo negro, la abrió y un excepcional anillo se dejo asomar.
Pasmada y sorprendida, era poco para lo que sentía en ese momento.
Me miraba increíblemente ansioso y con dulzura.
Levante la comisura de mis labios.
Acercándome a centímetros de sus ojos.

-¡Acepto!-. Coloco el anillo en el dedo anular de mi mano izquierda.
Lo abrace con fuerza por el cuello.
Me alzó haciéndome dar unas vueltas por el aire.
Sonoras risas escapaban de nuestras bocas.
Se detuvo, nos besamos con fuerza, acariciaba su rostro, su espalda, prendida a él, en un abrazo que parecíamos ser uno solo, sin premeditarlo lágrimas salían y rozaban mis mejillas.

-Señorita, es hora de que aborde por favor-. Una azafata había interrumpido el momento.
La mire asintiendo con la cabeza. Regresando mi mirada a la de él.

-Haremos una fiesta de compromiso en Octubre en Neverland, cuando descanse esos dos meses de la gira.

-Si Michael, estoy de acuerdo-. Nos besamos por última vez, haría lo posible por viajar de nuevo y sorprenderlo en otro concierto.

Fue difícil, pero nos separamos con la esperanza de vernos nuevamente.
La felicidad que sentía creí que no me la podía quitar nadie ni nada.

Hasta al día siguiente cuando llegué al periódico al mediodía.

-Te esperan en la sala de juntas-. Exclamó Lety nerviosa.
Voltee hacia la puerta, tragando un poco de saliva, di pasos cortos hacia ella y la abrí, observando a la última persona que pensé querría verme.

-Ayer teníamos la cita, lo que haces es una grosería-. Lo dijo sin parpadear.
-Lo siento, tenía cosas que hacer.
-Siéntate-. Habló imperativamente, tomando asiento en un extremo de la mesa, preferí ocupar un lugar en la otra esquina, lo más lejos que pudiera.

Él golpeaba sus nudillos sobre la madera.
Entrelace los dedos dejándolos al frente sobre la mesa.

-¿Y ese anillo?-. Me preguntó secamente.

Moví mis manos abajo, hacia mi regazo.
No podía con esto, quería saber la causa de su visita.
Y en un tono seguro y serio por fin pude articular la pregunta.

-¿Qué desea señor Joseph Jackson?