CAP. 52

-Antes de irme a los Ángeles anhelo ver a Michael, quiero despedirme y desearle suerte-. –voltee a mirarme-. - Pero así no, voy a cambiarme y a arreglarme.
Entre al tocador de damas del restaurant, trate de no tardarme.

-¿Elizabeth? Te ves muy linda, no creo que Michael permita que te marches-. Me contemplaba atónito Mario al verme salir.
Sonreí.

-Llévate mi maleta por favor, te alcanzo en el aeropuerto-. Antes saque el regalo que llevaba.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, estaré bien, gracias.

Tomé un taxi y me dirigí al lugar de la entrevista, había un tumulto de gente esperando verlo, obtener un autógrafo o una foto. Salí del carro mirando contrariada como poder acercarme, de repente sentí una mano en el hombro.

-¿Karen?, ¿dónde está Michael?-. La mire con impaciencia.

-Lo siento, Sal canceló lo demás y se lo llevo al aeropuerto rumbo a Rotterdam, no sé si lo alcances, es mejor que te apresures.

-Gracias Karen.

De nuevo emprendía la marcha, ese desenfreno veloz que llevaba a cuestas, me hacía
moverme con rapidez con el único objetivo de alcanzarlo.

Había mucho tráfico, parecía que la ansiedad me fuera a consumir totalmente por no poder llegar a tiempo, aún no paraba del todo el taxi y bajé corriendo introduciéndome en el aeropuerto, hacia la salida de su vuelo.

-Señorita, el avión partió hace 10 minutos-. Que frustración al saber esta noticia, lágrimas recorrieron mis mejillas, triste y abatida me dirigí a la sala de espera
para tomar el vuelo rumbo a los Ángeles.

-Lo siento Elizabeth.- encontré a Mario y me senté a un lado de él, esperando ser
llamados para abordar.

Dentro del avión miraba por la ventanilla, afligida, con un enorme pesar en el
corazón. Pestañee pensando en aferrarme aún a alguna esperanza.

-¡Esperen, quiero bajar!-. Me paré impulsivamente.

-¿A dónde vas? ¿Qué sucede?-.

-Mario, me voy a Rotterdam, si es importante para esa persona verme en el periódico entonces podrá esperarme un poco más, nos veremos después.
Salí decidida, no iba a seguir reglas ni formas, haría lo que mi corazón me dictaba en este momento.

Cambie el boleto, el siguiente vuelo salía en 3 horas, tenía que esperar.

Ubiqué un lugar para sentarme, subí las piernas sobre el asiento para cruzarlas, tomé un libro que traía en la maleta, con eso me distraería hasta la hora de partida.
No estaba segura cuanto tiempo había pasado, estaba inmersa en la lectura, ensortijando con el dedo uno de los mechones de mi cabello.

Súbitamente un tenue aroma conocido merodeo por mí espacio olfativo, haciéndome cerrar los ojos extrañándolo.

-¿Te he dicho hoy que te amo?-.
Abrí los ojos, sentí una alegría inmensa al escuchar esa voz familiar tras mis espaldas, voltee a mirarlo.
-No aún no-. Sonreí.
-Te amo
-Yo te amo más-. Me paré para abrazarlo profundamente.

-¿Qué haces aquí Liz? Me gusta es diminutivo de Elizabeth.
Reí.

-Esperando un vuelo para alcanzarte, pero veo que me alcanzaste a mí.

-No deberías estar aquí linda.

-¿No?

-No, deberíamos estar celebrando tu cumpleaños, podre irme en otro vuelo a Rotterdam, ven, tengo algo preparado para ti.

Antes de salir, me detuvo un momento, tomando mi rostro con sus manos.

-Linda jamás me iría así, sin despedirme-. Besó mis labios acariciándolos con ternura-. –Eres muy importante para mí.

-Y tú lo eres para mí-. Miré con entusiasmo su mirada, viendo con agrado como mordía su labio inferior.

Sin esperarlo empezamos a reír, nos dio alegría de estar un par de horas más juntos antes de separarnos nuevamente, rodeo su brazo por mi espalda abrazándome, acomodé mi cabeza en su hombro y caminamos fuera del aeropuerto.