CAP. 60

Desprendiendo gotas de nostalgia por la memoria, recorren los surcos por donde antes se abría paso nuestra historia, con un café humeante entre las manos y con los ojos abiertos miraba a través de la ventana de mi departamento, despuntaba un nuevo día, trayendo luz a la ciudad, pero no a mi vida.

-Toc, toc.-. Los toquidos que esperaba despejaron mis pensamientos.
No tardé en llegar a la puerta.

-Pasen, deprisa-. Los hombres que los seguían se quedaron fuera del edificio, esperando, vigilándonos.

No quise perder más tiempo.

-Lety, ponte la ropa que traigo puesta.-

-¿porqué?-.

-Solo te pido tu ayuda sin preguntarme nada-. Estaba cansada y la mirada implorante, y ella accedió a mi petición.

-De acuerdo Liz-.

Entre al cuarto a cambiarme, no era cualquier ropa, sino un disfraz para parecer una mujer mayor, completamente diferente, irreconocible a los ojos de nuestros seguidores.
Mario no podía creerlo cuando me vio.

-¿Elizabeth?, pareces una mujer de 50 años, ¿pero qué juego es este? Y Michael ¿no quieres que él se dé cuenta quién eres?-. Era verdad, no había pensado en eso, pero de este modo todos estaríamos a salvo.

-Mario,-. Mire hacia abajo, susurrando decaída-. –Mírame, pase de ser Wendy a campanita.

-Pero ¿cómo?-. se acercó a mí, tocando mi hombro, tratando de entender algo.

-Campanita siempre amo a Peter pero él no le pudo corresponder igual, solo quería estar con Wendy.

-Pero no está mal esa idea-. Su tono de optimismo, despertó mis ganas de sentirme igual-.

-¿Por qué lo dices?-. Levante las cejas.

-Porque campanita se preocupaba por su bienestar y lo protegía, es lo que deseas para él en este momento, ¿no es verdad?

-Sí, eso quiero, que este bien.-. Levanté un poco las comisuras de mis labios.

-Bien, ahora traigo tu ropa puesta, ¿cuál es el plan?-. Lety, salía del otro cuarto.

-Tú y Mario saldrán primero, darán unas vueltas por ahí, y después me alcanzan en el lugar de la entrevista y Lety por favor trata de ocultar tu rostro-. Tal vez creerían que ella era yo, y eso me daría ventaja.

Resoplaron al mismo tiempo pero estuvieron de acuerdo, cuando salieron observé cómo aquellos vigilantes los seguían sigilosamente, otro se quedo, esperando a “Lety”, pero al llegar mi turno de abalanzarme a las calles, no me siguió.

¿Era libre por un par de horas? Parecía que si, la fortuna era que John Smiths no tenía conocimiento de mi apariencia así que no tendría problema con él. Eso esperaba y cruce los dedos cuando subí al taxi deseándome suerte.

-¿A qué piso va señora?-. Me preguntó la recepcionista en la entrada del edificio, cuando llegué.

-Con el Sr. Smiths, por favor-. Miré por todos lados, buscando a Michael, cuando subía.

Mi entrevistado se encontraba solo en una oficina, por lo que me dedique a hacerle la entrevista sin contratiempos, y terminarla rápidamente.

¿Podrá ser que no haya venido?-. Empecé a decaer desmoralizada.
Camine un poco por los pasillos afligida. Esperando a que mis amigos llegaran para marcharnos.

Sentí un jalón por mi brazo, y una palabra despertó mi exaltación.

-Es Michael-. Voltee, era Mario, llegaba apurado.
-¿Qué?-.

-Michael, está dentro de una de las oficinas-. Apuntaba con entusiasmo.

Dirigirme hacia allá, me hacía pensar mil cosas, ¿me odiara?, ¿aun sentirá algo por mi?
Personas empezaron a salir de ese lugar, y tropecé con uno en particular.
Sal
-Disculpe señora-. No me reconoció, afortunadamente.

Después salió Frank rumbo al elevador con su característico puro en la mano, y segundos posteriores..
Michael.

Contuve el aliento, lo vi bien, sonriendo.
Lo contemple estática, mi estomago estaba hecho un trapo.
Se alejaba, caminando despacio, con su pantalón negro, camisa roja, su sombrero.

Bajé los brazos de la impresión que sentí al verlo y mi bolso de mano cayó, rodando algunas cosas por el suelo.

Algunas personas me ayudaron a recogerlas, Michael paró su andar, se agachó tomando una de ellas entre sus manos.
Giró y con pasos suaves se acercó a mí.

-Esto es suyo-. Sonrió, parecía regalarme un brillo con su mirada y sacando sus lentes oscuros se los colocó y comenzó a alejarse.

Respire nerviosa, pero mi cometido había llegado a su fin. Saber que se encontraba bien.

Pero algo ocurrió porque se detuvo y nuevamente regresó a mí lado.

-¿me permite decirle algo señora?-. Su voz tenue, el aroma único que desprendía, desbarataba poco a poco mi fortaleza.

Asentí con la cabeza e hizo a un lado los lentes que cubrían sus ojos.
Se acercó aún más a mi rostro.
Y mi respiración se precipitó.

-Su mirada me recuerda a alguien-. Susurró con dulzura.

Y al final del pasillo, Sal nos observaba.

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