CAP. 66

Agarraba mis dedos con nerviosismo.

-Quiero ver a Michael ya mismo-.
Tomé la cinta y la estreche completamente hacia mi pecho.– No puedo esperar más.

-Bien, entonces iremos a Neverland.

¿Les ha sucedido que cuando uno quiere ir más deprisa es cuando todo parece fluir más lento?, era desesperante.
Parecíamos estar varados en medio de aquel tráfico sobre la avenida.

Aire, necesitaba aire.
Bajaba la ventanilla sacando un poco la cabeza, ojala pudiéramos volar.

Percibía como la distancia se acortaba geográficamente cada vez más entre nosotros.
El no tenía idea que iría a verlo.
No la tenía.

“Llegábamos al pueblo de Solvang y lo cruzábamos, estamos a 10 minutos del rancho”, pensaba infructuosamente, el camino se hacía más estrecho cada vez, conocía de memoria cada grieta del asfalto, el portón, las rejas, cada árbol, llegaban imágenes a la memoria de la primera vez que llegue a este lugar y del modo como salía la última vez, sacudía mi cuerpo de nervios y de emoción.

El auto se detuvo y Janet bajó primero entrando a la casa a buscarlo.

Se tardaba, ¿Dónde está? Tal vez él no deseaba verme. No pude más y baje a caminar por los alrededores a esperar, no llevaba rumbo fijo, solo caminaba, alzando la mirada divisé a Michael sentado sobre el fresco pasto, disfrutando la vista de su propiedad, dando tumbos desconcertantes me acercaba.
Cada vez más cerca.

Lisa llegaba y se sentaba a un lado de él, acomodando su cabeza en su hombro.

¿Pero qué estoy haciendo?
Sin hacer escándalo corrí de vuelta todo lo que mis piernas pudieran permitirme buscando a Janet, sin que ellos se dieran cuenta de mi presencia.

-¡Janet! ¡Janet! ¡Janet!

-¿Qué sucede?, ¿Por qué lloras? ¿Lo viste con Lisa?

-No importa-. Limpiaba mis lágrimas con las manos-. -Por favor, entrégale la cinta, debo marcharme, esto se termino completamente y ahora lo comprendo.

Janet hizo una mueca de comprensión y en un fuerte abrazo, me permitió partir.

3 días pasaron después de aquel triste incidente, Rosie había cuidado bien del departamento por mí, esta vez me quedaría en Los Ángeles, buscaría mi antiguo trabajo en el periódico y regresaría también a la fundación, me quedaba claro cuál era ahora mi posición en el presente, Michael seguiría con su vida y yo con la mía.

Al día siguiente me arregle para mi cita con mi exjefe y pedirle mi deseo de regresar, caminaba con rapidez por las calles. Con la cabeza agachada y pensativa, movía un tacón delante del otro apresurando en no llegar tarde, al doblar la esquina una enorme limousina paraba mi andar.

Un sujeto con mala cara salía dando una orden.
-Suba al auto señorita.

-No, ¿quién es usted, que quiere?

-Tengo instrucciones de no decir nada, es mejor que entre.

No vi más opción, Sal se entero de mi regresó, ¿era el momento de enfrentarme frente a frente a él? Entonces así sería, le diría claramente que no me iría, mi hogar se encontraba aquí.

Me introduje entre refunfuños.

Los vidrios estaban oscuros y no podía ver hacia donde iba, uno de esos hombres estaba sentado a mi lado y su mirada siempre se mantuvo al frente, me parecieron horas el camino, empecé a sentir calor y me quite el saco.

Por fin el auto se detuvo. Con una tela oscura cubrió mis ojos, nada podía hacer, estaba a merced de ellos, salí y casi estuve a punto de caer varias veces, el piso era demasiado blando.

Sentí entrar a algún lugar fresco y me quito la venda.
Era una bella cabaña a decir verdad.
Sin decir más salió y cerró la puerta tras de sí.

Alcancé a gritarle. -¡Dile a Sal que no se tarde en venir, no quiero estar aquí todo el día!

Aventé los zapatos, ni tan siquiera estaba asustada, enojada era poco. Pasee por todo el lugar sintiéndome secuestrada, después de dar vueltas por fin decidí entrar al único lugar que no me había animado a ingresar, el dormitorio principal, sobre el buró había un sobre con mi nombre escrito por fuera, lo tomé y estuve a punto de romperlo, pero espere, tal vez tenía instrucciones que Sal me había dejado.

Giré hacia la puerta dispuesta a salir como de lugar y saber en dónde me encontraba.
La puerta no tenía seguro. Se abrió sin problema.

Pero ¡¿qué?! ¿Estaba en medio de una playa?, no se veía nadie más. ¿Qué pretendía Sal? Jamás le iba a corresponder, me senté a la orilla del mar, crucé las piernas y abrí el sobre.

Mi corazón corrió desenfrenado dentro de mi pecho.
Era la carta que había escrito esa noche de tormenta y aquella niña le había entregado en sus manos en el superbowl a Michael.

Había algo más.

La cadenita con el corazón que Sal me había hecho quitar a la fuerza ese fatídico día en Neverland.

Y algo más todavía.

Mi anillo de compromiso..¿Pero cómo?

Deje caer todo eso sobre la arena, temblando completamente.
Con la boca abierta y la mirada desorbitada.

Unos pasos se escuchaban caminar lentamente cada vez más cerca detrás de mí y un aroma conocido se hacía presente con fuerza.