CAP. 92

La luz tibia que entraba sutilmente por la ventana de la oficina, hacía resplandecer mas ávidamente el momento de esperanza que sentía después de haber escuchado las palabras de Michael, retorcía sin darme cuenta el auricular entre las manos, mordisqueando mi labio, anhelando poder cruzar en un segundo el ancho mar que nos separaba y poder hundirme entre sus cálidos brazos, pero todo llegaría a su tiempo, debía aguardar.

No me había percatado que algunas personas habían entrado a la oficina, una junta se efectuaria en ese momento.

-Por favor, ¿puedes sentarte Elizabeth para comenzar?-.Mi jefe me aguardaba para poder comenzar.

Todo el rato enroscaba el cabello entre mis dedos, y tarareaba alguna melodia en voz baja, interrumpia sin querer la junta, cinco veces me disculpe, no era mi culpa, estaba totalmente emocionada.

Y totalmente distraída.

En cuanto terminó, de un brinco me acerqué a la puerta, esperé impacientemente hasta que salió Mario, lo tomé del brazo y practicamente lo arrastré a la salida.

-Hey, aguarda, ¿a donde se supone que vamos?

-Es cierto, aún no te lo he dicho, estoy tan contenta que quisiera que me acompañaras a hacer unas compras, ¿puedes?-. Hice una mirada grande, alzando las cejas, llevando la comisura de mis labios hacia abajo, haciendo un enorme puchero-. -Por favor, por favor.

-Está bien,aunque creo que quieres a alguien que te ayude a cargar cosas.
Sonreí sin decir nada más.

El tráfico era leve, por lo que llegamos sin tardanza.

Y como niño en dulcería,corría de un lado a otro en las tiendas
-Este para el árbol de Navidad, este para envolver, estos para adornar.
Mario me seguía, ayudandome a elegir algunas cosas.

Todo parecía ir bien hasta que una chica me cerró el paso.
-Soy del periódico "The Fake" ¿podrías contestar algunas preguntas?

Fruncí el ceño tratando de no dar credibilidad a esto.

-Vamonos Elizabeth-. Me tomó Mario por el hombro y salimos de ahí a pasos agigantados.
Un hombre que venía con ella nos cercó también y comenzó a tomarnos fotos.

-Sin comentarios, por favor dejenme en paz-. Cubría mi cara con las manos.
La chica de nuevo se me acercaba con una grabadora.

-¿Qué hay acerca de que éres esteril?, ¿es cierto que por esa razón Michael Jackson no se quiere casar contigo?, ¿Lo engañas con este chico?-. Apuntaba a Mario con desdén.

Suficiente, me paré frente a ella.
-¡¿Qué pasa contigo?!,¡¿estás loca?!, ¡¿De dónde sacas semejante información?!

Mario me jalaba de nuevo-. -Vamonos de aquí, estos sensacionalistas no te los podrás sacar de encima.
Tenía razón y corrímos lo mas que pudimos hasta el carro y salir de ahí pronto.

¿Cómo sabía ella esa información?, ¿Habrá sido el doctor?, ¿Alguien del hospital que se entero? ¿Cómo pueden inventar tanta basura?

Mario me sacó de mis pensamientos.
-¿Dejarás las cosas en tu apartamento?

-¿Eh?, No Mario, iremos a Neverland, ahí arreglare todo de una vez.


El camino fue silencioso.

Miraba al frente con los pies en el tablero y la barbilla sobre mis rodillas, pensaba que esto era lo que tenía que lidiar Michael todos los días, era desesperante, y era admirable el modo como él podía escaparse de los “malos periodistas” como él los nombraba.

Llegabamos a la primera entrada de Neverland, Mario salio para hablar con el guardian y nos dejara pasar.

Giré la cabeza y miré un carro estacionado cerca de ahí, saqué la cabeza por la ventanilla para ver mejor a la persona que estaba dentro.

No alcanzaba a distinguir.

De pronto, salió de su auto y se paró a un lado de él.

Era Debbie, tenía los ojos suplicantes, y el rostro triste, no necesitaba decirme nada, sabía lo que quería, y sentía que me estaba presionando, íba hacer caso omiso a eso.

Sabía que ella aún deseaba tener a los bebés de Michael.

Y eso me ocasionaba un malestar desagradable, que me hacía pensar que si todo estuviera perdido en todo caso, ¿sería ella la que pudiera darle lo que Michael tanto anhelaba?

-Listo Liz, entremos.
Mario se subió al carro y lo pusó en marcha, no se percató, pero mi mirada estaba clavada en ella hasta que la perdí de vista.

Al llegar al frente de la casa, mi sorpresa se agrandó, Elizabeth Taylor salía de ahí emocionada, yo la esperaba al día siguiente, para que nos ayudara con los arreglos, pero ya estaba lista para comenzar.

Siempre es agradable ver a Elizabeth Taylor, con ella se podía contar en todo.

-¿Qué tienes mi niña?-. Me daba un fuerte abrazo por los hombros.

-Es algo que no puedo lidiar con ello en este momento.

-Entonces no lo hagas, y disfrutemos arreglando de este lugar que quedara maravilloso.

Como siempre ella tenía razón, y olvidé todo lo demás para concentrarme en hacer lo mas féliz que pudiera a Michael en estos días.

Habíamos rentado una enorme maquina de nieve artificial, lo suficiente para cubrir el paisaje, este año tendríamos una blanca navidad.

Era un ir y venir trayendo y llevando cosas, en cuanto salía del trabajo corría a Neverland para seguir ayudando, me llevaba a Mario, Lety, Rosie y Alex conmigo para tener mas apoyo.

Era mucho quehacer, pero el trabajo se vio recompensado.

Tres días después el lugar estaba listo, Michael llegaría al día siguiente.

Neverland en este momento estaba cubierto por finos copos de nieve artifial, el tejado de la casa tambien se encontraba cubierta, y encima de los árboles.

Pequeños focos de colores cubrían la mayoría de los árboles,asi como esferas, bastones de dulces, figuras, cada árbol era un árbol de Navidad y lucía grandioso.
Hasta el tren que recorría el paraje estaba adornado.

El lugar se encontró desértico, mañana vendrían todos a darle la bienvenida, yo pasaría la noche ahí.

Salí a dar una vuelta, y mirar que estaba todo en perfectas condiciones y armonía, lucía precioso el lugar, la luna alumbraba hasta donde mi vista se perdía y era maravilloso, se sentía el espíritu navideño de un modo sin igual.

Me sente a la orilla del lago, que parecía un espejo donde tintineaban pequeñas estrellas en su superficie, tan claro y puro, regresandome el reflejo hacia mis pupilas que brillaban y se llenaban de tanta maravilla.

Escuche un ruido.

Me levanté rapidamente, y sin moverme sonreí.
Recordaba que asi había sido como conocí a Michael y miré hacia el árbol donde aquel día salió detrás regalandome esa bonita sonrisa.

Mi corazón palpitó, deseaba que sucediera igual y me quede inmóvil unos minutos, pero nada pasó.

Entristecí, y gire para entrar a la casa.

Y una bola de nieve artificial golpeaba suavemente en mi espalda.

Volteé la cabeza y ahí estaba, con esa magnifica sonrisa, recargado en nuestro árbol, con otra bola de nieve en sus manos.

La felicidad nos llegó de pronto, pero tenía que ganar esta guerra de nieve, me atrinchere detrás de otro árbol.

-¡Vámos Jackson, demuestrame tu mejor tiro!-. Grité con entusiasmo.

Y comencé a correr, Michael era bastante rápido, de pronto me vi invadida por bolas de nieve.

Los dos reíamos histéricamente, un par de niños jugando en la víspera de Nochebuena, eso éramos.

Ganarle a Michael en una guerra de lo que sea, de agua, de bolas de nieve, de comida era imposible, él sencillamente era el mejor.

Jugamos horas tratando de derribarnos.

-¡Me rindo!, !me rindo!-. Gritabá tratando de buscar algo blanco en señal de paz.

Tropecé y caí de espaldas, ya no me moví, mi pecho se movía agitado.

-Vamos Liz, ¿es todo lo que puedes dar?-. Se dejó sónar su voz en tono ostentoso.

-Si, si, me rindo, tú ganas-. Reía cansada.

-No te oigo-. Ponía su mano abierta a un lado de su oreja, alargando la última sílaba.

-¡Que tú ganas!-. Hablaba mas alto.

-¿Y por qué gané?-. Michael se acercaba a un lado de mí, jactándose de su victoria.

-Porque eres el mejor-. Crucé los brazos e hice un mohín con mi cara en señal de derrota.

Me estiró la mano para ayudarme a parar, pero lo jalé con fuerza y cayó al lado mio, hice una bola de nieve y se lo estampe en su frente.

-Tú solo ganas con trampas-. Lo oi carcajear con fuerza, el sonido de su risa, era el mejor sonido del mundo, no había nada mejor que poderle arrebatar una sonrisa.

La dulzura y sinceridad de su risa era capaz de derrotar al más hipócrita, de cautivar a cualquier fiera, de serenar al mas reacio, de aplacar las mentes revueltas con solo escucharlo, y de inmediato te contagiabas para encontrarte riendo junto a él.

Nos sentamos, tratando de aspirar profundo.

Tomó mis manos y sentí el palpitar de sus dedos junto a los míos, sus ojos se encontraron con mi mirada.

Su mirada era tan profunda que apenas se podía ver, tan limpia con un fresco brillo de inocencia y de pureza logrando derretir al más frió,infundiendo una ternura infinita capaz de acariciar el alma, esa mirada que apasiona y enamora con solo desearlo y de arrebatarle el aliento a cualquiera que lo mirara de este modo.

Era la mirada de un ángel.

Súbitamente Michael de su bolsillo sacó una caja de terciopelo negro, y la abrió frente a mi.

Esa cajita que tan bien conocía.

Como suele ocurrir el clima era nuestro mejor cómplice y un aire fresco, levantaba un poco de hojas y pétalos que se encontraban en el suelo, haciendolos pasar a nuestro lado, marcando un momento especial.

Y de nuevo me sorprendía.

Dicen que no hay nada mejor cuando uno no se espera las sorpresas.

Y tienen razón.