“Aquel día decidí cambiar muchas cosas
Aquel día comprendí que los sueños
Son solamente para hacerse realidad,
Desde aquel día ya no duermo para descansar
Ahora solamente duermo para soñar”

Walt Disney


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CAP. 40

sábado, 19 de junio de 2010


Si bien el asiento no era lo más cómodo, lo fue que pude tener un sueño placentero después de varios días de angustiosas pesadillas. Tenía mis piernas dobladas para abarcar mejor en el pequeño espacio, me descubrí con mi cabeza apoyada en las piernas de Michael.

Me estiraba perezosamente. Mientras abría con desgano mis ojos.

-Buenos días, creo que no tendrías madera para aguantar una gira entre viajes y aviones.
Bostecé.

-Buenos días, creo que andar de gira no sería lo mío definitivamente-. Le alborote un poco el cabello, se dejo escuchar una risa restallante de sus labios.

Salir del avión y verse caminando junto a otras personas sin que lo notaran, era una verdadera fascinación para él. El sol nos regalaba un día deslumbrante, el bullicio energético de este nuevo lugar nos vigorizaba completamente. Michael se veía tan libre que se animo a preguntar en información sobre la renta de cabañas cerca de los lagos y la naturaleza.

-Si señor, se encuentra a 3 horas de aquí, tendrían que buscar un transporte que los lleve al pueblo y de ahí estarán más cerca de las cabañas.

-¿Qué hacemos?-. le pregunté.

-Ven, ahora yo tengo una idea-. Verlo feliz y con esa vibra intensa que destellaba no hacía más que provocarme ganas de bailar, correr, saltar, brincar e inclusive volar, era sorprendentemente contagiosa. Me tomó de la mano, coloque mi mochila al hombro y corrimos por todo el aeropuerto hasta encontrar la salida. Lo seguí a su lado dando pasos placenteros hasta llegar a la carretera.

Michael se posiciono en la orilla, levanto su pulgar y hacía ademanes a los carros que pasaban.

-¿Vamos a pedir aventón?-. Me asombro el modo como hacía mover su libertad.

-Sí, nunca lo he hecho, ¿sabes? Jamás he tenido la oportunidad de hacer algo por mí mismo, siempre ha habido alguien más que lo haga por mí, y todo esto es divertido ¿me ayudas?.

Entendía como se sentía, le ayude a buscar transporte para nosotros.
Ningún carro se paraba, me senté en el pavimento.

-Ven no hay que desmoralizarnos, encontraremos a alguien, siempre hay gente dispuesta a ayudar.
Amaba ver que nunca le perdía la fe a las personas. Me ayudó a pararme y me cargó en su espalda, caminamos así unos metros y una camioneta se nos emparejo.

-¿Los llevo chicos?. Se veía una señora de aspecto amable.

-Vamos al pueblo que está cerca de los lagos, queremos rentar una cabaña. Comente con voz animada.

-Voy muy cerca del pueblo, suban.

Me acomodé adelante en el asiento del copiloto y Michael se fue detrás donde iban dos niños como de 8 y 11 años.

La señora prendió la radio y cambiaba infructuosamente de estación en estación.

-¡Ahí mamá, déjale en esa canción!-. Gritaron emocionados los niños. Y entre los tres se hacían dueños de unas fabulosas guitarras eléctricas de aire, tocándolas con las mejores notas de ensueño.

Black or White se escuchaba. Me acerqué a la señora.

-¿Podría subirle el volumen?-.

-¿Te gusta Michael Jackson?-. Le subió un poco más al volumen

Voltee a ver a Michael, lo vi jugar y cantar con los niños.

-No solo eso señora, lo amo con todo el corazón.

Afortunadamente nos paramos a comprar agua y algunas galletas, ayudándonos a calmar momentaneamente nuestra saciedad. Llegamos hasta un paraje donde la camioneta se estaciono, nos bajamos con indicaciones del camino a seguir.

 Nos despedimos apreciando su amabilidad. Él tenía razón, no había que perderle la fe a las personas.

Caminamos 20 minutos más para llegar al pueblo. Por fin lo vislumbramos y entramos, teníamos que comprar una muda de ropa, conseguir un mapa del lugar, comer y recorrer un poco el lugar.
Entramos a una boutique pequeña y estaba abarrotaba de prendas de vestir. Había desde la ropa más estrafalaria, hasta la más seria, también contaba con pelucas, lentes de sol, bloqueador, sombreros, zapatos, cientos de accesorios. Me metí entre la ropa de caballeros y saque un pantalón.

-Pruébate este Michael-. Se lo avente a las manos.

-No creo que vaya conmigo.- Lo miró con duda.

-Solo pruébatelos, hazlo por mí ¿Si?-. Mostré unos enormes ojos tristes, bajando la comisura de mis labios.
-No es justo esa carita, está bien-. Rió.

Me senté en un sillón enfrente del probador para admirarlo mejor.
Cuando salió su cara lucia roja, como un tomate.

-¿No crees que estén muy ajustados?-. Daba pasos apretados al espejo.

-Creo que esos pantalones dorados te hacen ver espléndidamente bien, deberías usarlos algún día.
No podía dejar de mirarlo. Hizo algunos pasos de baile frente al espejo.

-Quien sabe, podrían funcionar-. Me dijo más animado.
Salimos de ahí con varias bolsas. Compramos además de ropa, lentes de sol, sombreros.
Llegamos a un pequeño restaurant detalladamente rústico, moríamos de hambre, Michael pidió arroz chaufa de pollo y algunas humitas, por mi parte quise un par de chiles rellenos, de tomar él prefirió mate, yo un agua de horchata fresca, no podían faltar los postres,

Nos acabamos de llenar con un pedazo de pastel de choclo, arroz con leche y algunos alfajores.

Aún faltaba un trozo de camino por recorrer hacia las cabañas, caminamos por las calles empedradas del encantador pueblo, aún no sabíamos como llegar detuve a una persona.

-Perdón, ¿nos podría indicar como llegar a las cabañas que están cerca del lago?-. Le pregunte a un señor que pasaba frente a nosotros.

-De aquí llegan a caballo, allá con Don Matías le pueden rentar un par de caballos.
Nos disponíamos a marcharnos, cuando el mismo sujeto nos sugirió algo inesperado.

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