“Aquel día decidí cambiar muchas cosas
Aquel día comprendí que los sueños
Son solamente para hacerse realidad,
Desde aquel día ya no duermo para descansar
Ahora solamente duermo para soñar”

Walt Disney


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CAP. 44

sábado, 19 de junio de 2010


Dicen que las horas se escurren implacables en el tiempo de los enamorados, solo un pestañeo y los días juntos en el paradisiaco escondite estaban por concluir.

-¿Qué te gustaría disfrutar antes de irnos?

Me basto ver como se mordía su labio, mirándome con esos ojos traviesos para entenderlo.

15 minutos después, Michael se abalanzaba sobre la piedra más alta para dar un brinco y zambullirse en las cristalinas aguas del lago con grandes carcajadas. El agua nos envolvía en una atmosfera líquida de tranquilidad y relajación. Un par de horas después platicábamos sentados en unas rocas detrás de la cascada.

-No quisiera irme, allá afuera puedo sentir las grandes expectativas que las personas depositan en todo lo que hago, como si tuvieran algún tipo de rol para mi, observando cada paso que doy, además con la gira en puerta la carga de trabajo será intensa, Elizabeth ¿podrás acompañarme en algunas ciudades?, ¿estarás conmigo en el primer concierto?.

-Si, por supuesto que estaré contigo, entiendo cómo te sientes, sabes que cuentas con mi apoyo, vamos relájate aún no se termina el día. Nos paramos para abrazarnos, Michael resbaló y caímos al agua.

Jamás olvidaría estos días a su lado, de repente un viento helado soplo momentaneamente y un escalofrío intenso recorrió mi espina dorsal, como si eso vaticinara que algo fatal fuera a ocurrir en un futuro próximo, respire profundo, no podía dejar que presentimientos sin fundamentos me dominaran, decidí no pensar más en eso. Debíamos buscar el camino de regreso al aeropuerto. Michael compró un par de bicicletas en el pueblo. Resoplaba un tanto frustrada estábamos como a 3 horas del aeropuerto e ¿iríamos en bicicleta?

Pero él se veía tan feliz haciendo lo que quería que al final me convencí.

-Adiós Michael-. Se acercó un niño a despedirlo, a él no lo pudo engañar su disfraz, le dio un autógrafo y le regalo la guitarra.

-¡A pedalear!-.Grito con entusiasmo, el clima era tan agradable que no lo sentí pesado. Al llegar al aeropuerto, regalamos las bicicletas a una amable pareja de españoles que iban hacia el pueblo, les encantó el detalle.

El viaje de regresó me pareció muy corto, tal vez porque no quería que terminara. Aterrizamos en Los Ángeles por la noche, al llegar a mi departamento, Michael me tomó por la cintura cerramos la puerta y nos besamos con intensidad a oscuras, dejando caer todas nuestras pertenencias al suelo, dábamos tumbos buscando el sillón para acostarnos sin dejar de besarnos y abrazarnos con total deleite. Caímos sobre el mueble, haciendo intentos por quitarnos la ropa.

-¡Sorpresa!-. Prendieron las luces y salieron Rosie, Alex, Lety, Mario y mi mamá, él estaba aún encima de mí, más apenada no podía sentirme, creo que nunca le había visto las mejillas mas enrojecidas a Michael, él se paró de inmediato acomodándose la camisa. Los demás habían volteado a otro lado como si nada hubieran visto.

Era una fiesta de bienvenida, la perfecta oportunidad de que conocieran a Michael, lo trataron como un amigo más, platicando y contando historias divertidas.

Recogí lo que habíamos tirado y los metí al cuarto, Rosie me siguió, quería que le platicara todo lo sucedido y atrás entró Lety también.

Momentos después tocaron a la puerta, era Bill.

-Hola Bill-. Lo salude con entusiasmo.

-Hola Elizabeth, ¿se divirtieron?

-Mucho Bill, ojala pudieran quedarse más tiempo.

-Lo siento Elizabeth, Sal se encuentra al borde del colapso porque se fueron de improviso y Frank ya lo está esperando, tiene mucho trabajo que hacer, gracias por llevártelo estos días.

Michael se despidió de todos amablemente, prometió que nos reuniríamos en otra ocasión. Bill se adelantó al carro y nosotros nos quedamos un momento afuera platicando antes de que se marchara.

-Elizabeth, quiero preguntarte algo, pero no es el momento, y por favor, no faltes al primer concierto.

-Te lo prometo.

No quería dejarlo ir, sentía mucho pesar.
Michael me abrazó.

-Te amo Michael-. No lo pude evitar y una lagrima rozo mi mejilla.

-Yo te amo más linda-. Me estrecho más firmemente hacia él. Le hice un poco de cosquillas, su estrepitosa risa parecía romperse en mil pequeños fragmentos que inundaban mi alma de inmensa satisfacción.

Me besó de nuevo, sentí un pellizco en el corazón cuando lo vi alejarse por el pasillo. Crucé los brazos y me recargue en el marco de la puerta.

Mario salió en ese momento.

-Elizabeth, algo sucedió en el periódico y el jefe te quiere ver mañana a primera hora.

-Pero yo ya no trabajo ahí, él no es mi jefe.

-Debes ir, lo que tiene que decirte te convendría e incluso a Michael, es una situación especial.
Voltee a mirar a Mario frunciendo el rostro extrañada, ¿Qué tendría que decirme si ya todo se había dicho?

-Está bien Mario, mañana a primera hora ahí estaré.

Al entrar mire el correo que había llegado esos días.
Una carta llamó mi atención, “lo hiciste de nuevo, ¿sabes lo que te espera?, prepárate para lo que viene”. Un anónimo.

Y como si fuera una conspiración el teléfono sonó.

-¿Hola?.-
No escuche nada, solo pude decir

-Gracias por salvarme la otra noche, si es que fuiste tú el que iba en el carro negro, no sé quién eres, ¿me dirás?

-No Elizabeth, no es momento, pero ten cuidado, aún no estás a salvo.
Colgó, nadie había escuchado la conversación, me integre de nuevo a la fiesta, pensando en mañana.

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