CAP. 75

Divisando la cafetería muy al estilo de los 50´s y con pasos lentos, entraba para localizar rápidamente la mesa junto a la rockola, estaba vacía, pero no dudaba que en cualquier momento podría entrar y verlo de frente,conocerlo y por fin darle las gracias.

Los minutos se fundían irremediablemente uno tras otro, tamborileaba mis dedos sobre la mesa, y con el pie que colgaba de mi pierna cruzada lo movía con impaciencia.

Después de 40 minutos me di cuenta que no iba a llegar, sentí pesar, justo ahora necesitaba platicar con alguien, estaba sola nuevamente, tomé el bolso y me dispuse a salir, pero una camarera interrumpio mi salida.

-¿Elizabeth Porter?

-¿Si? soy yo.

-Esta carta es para usted, me pidieron que se la entregara en este momento específicamente.

Sonreí y la tome, sabia que sería del hombre misterioso.

“Querida Elizabeth:

Disculpa que no esté en esté contigo, tenía miedo de que al verme y saber quien soy en realidad me rechazarías, creo que he labrado un buen camino de confianza entre nosotros y deseo seguir haciéndolo un poco más, cuando piense que es el momento adecuado, entonces podras conocerme y saber quien soy,además si te puedo dar un consejo con lo que sucedió esta noche, se fuerte y piensa en tu corazón si Michael te ha fallado alguna vez.

P.D.
Disculpa la llamada que hice para la visita que tendrás en cualquier minuto”

Mis ojos se abrieron dando paso al entendimiento, Michael nunca me había fallado, tal vez habría alguna explicación, tengo que verlo, hablar, saber que sucedió, justo cuando salía de nuevo cuando me detuve.

Un momento, ¿A quién llamó el hombre misterioso? ¿Por qué se disculpa?, fue cuestión de segundos para comprenderlo.

Ella entraba con esa típica mueca en su rostro.
Lisa Marie.
No sentía gusto en verla en absoluto, solo me quede callada, cruce los brazos y nos encontramos de pie, una frente a la otra, sintiendo ambas ganas de estar en cualquier parte menos aquí y juntas.

Ella resopló, se acomodó el cabello, miró su reloj y puntualizó.

-La culpa fue mía, quise darle celos a mi exesposo y soy muy impulsiva, Michael no tuvo más remedio que seguirme al estar enfrente de millones de personas observando, claro que estaba más que molesto al salir del escenario y por fin le firme los papeles de divorcio.

Giró muy despectivamente en sus talones para marcharse.

La detuve unos momentos con una pregunta.

-¿Por qué me lo dices?
Ella volteó y me alzó la mirada.

-Porque-. Dió un fuerte suspiro-. –Michael te ama, siempre lo supe cuando estuvimos casados, el merece ser feliz.

Sonreímos al mismo tiempo.

Lisa salió, y se marchó.

Una lluvia comenzaba a caer en torrenciales, pero era lo de menos.

¿Dónde estaría Michael en este momento?, debía verlo.

Corrí al teléfono de la cafetería y marqué a Janet.

-No lo sé, Elizabeth, lo vi hablar con Karen y después salió sin decir nada más.
Entonces marcaba ahora a casa de Karen con gran apuro.

-¿Dónde está? ¿Qué te dijo?

-Solo mencionó que iría al primer sitio que quiso llevarte, pero que por cuestiones de trabajo fue interrumpido, ¿Te acuerdas?.

Claro, cómo olvidar lo que hubiera sido nuestra primera salida, recordaba ese día como si hubiera sido ayer, justo nos encontrábamos en la fundación make a wish con aquel enorme oso de peluche que me acababa de regalar, planeando esa salida, cuando fuimos abruptamente interrumpidos por Frank y el paseo cancelado.

-Sí, Karen lo recuerdo, y en este momento salgo hacía allá.

Colgué el teléfono, y por fin abandonaba la cafetería con rumbo seguro.

Iba a llegar, tenía que verlo, decirle tantas cosas.

Corrí dos cuadras cuando un auto se emparejo a mi lado.

-Señorita ¿la llevo a algún lado?

-Bill Bray, pero ¿cómo supiste que yo…?

-Recibí una llamada anónima, diciendo que estarías aquí.
Reí con total soltura, como si quisiera que todo el mundo me escuchara.

Entre mientras trataba de acomodarme el cabello y las ropas un tanto empapadas.

Bill conducía lo más rápido que podía, en tanto pensaba en algo que había escuchado en la India a una anciana.

En la vida el verdadero amor llega una sola vez, y si ese es tu caso es mejor aferrarte a él y no soltarlo de tu corazón jamás.

Michael era mi vida y necesitaba hablar con él, aclarar las cosas.

Sentía como si en cada latido que golpeaba mi pecho, escuchara su dulce voz cantándome en susurros a mi alma, llenando todo pequeño recoveco de mis fibras nerviosas, haciéndome pensar en su centelleante sonrisa, y su intensa mirada, que solo brilla bondad y ternura, haciéndome perder la razón, pensando solo en él.

En Michael.